miércoles, 2 de marzo de 2016

Homilia para el Domingo 4º de Cuaresma

Cuando aquél hijo venía con su discurso preparado: "Padre, pequé... ya no merezco ser llamado hijo tuyo…" el Padre lo abraza.

Dios no sólo perdona, sino que incluso olvida que ha perdonado.

Parecida fue en aquella otra parábola que contaba la oveja que se le perdió a aquél pastor. Y es que cuando se trata de salvar una oveja, dialogar con una samaritana deshonesta, interponerse entre una adúltera y sus acusadores, o comer con el defraudador Zaqueo, a Jesús no le da reparo, ni le desanima el riesgo.

De verdad, no creo que se comporte de otra manera con nosotros.

Solo el Amor es capaz de hacer cosas así. Cuando medito sobre este amor me lleno siempre de paz. ¡Cuánto tenemos que aprender! (o por lo menos, yo).

 

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