sábado, 24 de octubre de 2009

CUANDO VISITES A UN ENFERMO

CUANDO VISITES A UN ENFERMO

 

Amiga, amigo: ¡Qué orgulloso se siente alguien cuando puede decir de su familiar o amigo que es buena persona, que es buen creyente, que es buen profesional -técnicamente bien preparado y con un corazón humano y humanizador-, pero su sano orgullo crece cuando puede añadir que es, además, voluntario, anima un grupo de apoyo, visita enfermos, participa en una cooperativa...

Esa persona piensa en los otros, hace algo gratuitamente por los demás, se pone en lugar de su próximo, echa una mano al que lo necesita, y no precisamente porque no tenga qué hacer o le sobre el tiempo.

Quien actúa así es rico en valores, en altruismo; es rico en humanidad y en vida; es rico en Dios.

Querido amigo/a, voluntario/a, y agente de pastoral: este librito es para ti, para iluminar tu buen hacer, reafirmar tu dedicación gratuita, apoyar tu hospitalidad y gozar contigo de esa maravillosa espiritualidad del buen samaritano.

Dando mucho, recibes mucho más; dándote mucho, se te dan mucho más.

Tú, visitando los rostros del dolor y del sufrimiento, con generosidad y sana motivación, eres una escuela de humanidad.

Y con tu constancia y continuidad nos recuerdas que "Hay gente que hace el bien un día: es buena.

Hay gente que hace el bien durante mucho tiempo: es mejor.

Pero hay gente que nace el bien de por vida: esa merece la pena"

(B. Brecht).

 


INDICE

En el camino de la vida

Visitar los rostros del sufrimiento

La visita profesional

Hablo del médico

Enfermería: ¡esos samaritanos!

Hace falta una enfermera (o)

Estuve enfermo

El voluntariado

Visita social

Visita pastoral

El arte de visitar bien

Perfil del agente de pastoral de la salud

Pasos en la visita pastoral

Cuando visites a un enfermo

El enfermo, su familia, los profesionales

Escuchar, siempre escuchar

Obstáculos para la escucha

Cuidar las respuestas

Escucha, por favor, lo que no te digo

El valor de la presencia y el tacto

Ser empáticos

Una sonrisa, venda de amor

Por el don de la sonrisa

Somos heridos - sanados - sanadores

Libertad a los Sentimientos

Cuidar el lenguaje del sufrimiento

Dios y el sufrimiento

Frases que no consuelan ni ayudan

No olvidar la espiritualidad

Una entrevista pastoral

El diácono y el ministro de la comunión

Se hace camino al... visitar


 

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En el camino de la vida

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Se levantó un legista, y dijo para ponerlo a prueba: "Maestro. ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?" El le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Que lees?" Respondió: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo). Le dijo entonces: "Bien has respondido. Haz eso y vivirás".

Pero él, queriendo justificarse. dijo a Jesús: "y ¿quién es mi prójimo?" Jesús respondió: "Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que después de despojarlo y golpearlo, se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por aquel camino un sacerdote y al verlo, dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y al verlo, tuvo compasión: y acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacó dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y si gastas algo más te lo pagaré cuando vuelva". "¿Quién de éstos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?" El dijo: "El que practicó la misericordia con él". Le dijo Jesús: "Vete y haz tú lo mismo" (Lc 10, 25-37).

Camino de Jerusalén a Jericó, camino de la vida. ¿Cuántas veces se repite, cada día, esta historia?

En efecto, en cualquier parte de nuestro mundo tan deshumanizado y falto de acciones solidarias, al igual que aquel malherido de la parábola, una multitud de personas está en el camino de la vida sin fuerzas, desilusionada, desesperanzada, golpeada, maltratada, marginada, explotada, sin recursos, enferma, en crisis, sin paz. Es el mundo de la necesidad.

Y muchos, como el sacerdote y el levita de la Antigua Alianza, pasan también de largo, dan un rodeo, apartan los ojos para no ver la necesidad, cierran sus entrañas a la compasión solidaria. Tal vez estén llenos de prejuicios, tal vez estén muy llenos de sí y muy ocupados en sus cosas. Es el mundo de la indiferencia.

Pero gracias a Dios, existe una legión de actuales buenos samaritanos que no pasan de largo, que sí se detienen, no para curiosear sino para ofrecer su disponibilidad; no sólo para conmoverse en sus sentimientos, sino para aportar una concreta ayuda solidaria, ofreciendo resquicios de luz al que se siente inerme, olvidado, desatendido, sin esperanza... en el camino de la vida. Es el mundo del voluntariado.

En efecto, el mundo del dolor y del sufrimiento, en todas sus manifestaciones evoca otro mundo: el mundo del amor solidario.

Y cada día, miles de "hospederos" modernos se esmeran por recibir "hospitalariamente" a tantos "malheridos" e intentan remediar tanta necesidad, dolor y sufrimiento. Es el mundo de los profesionales de la salud, de la educación, investigación...

Camino de Jerusalén a Jericó, camino de la vida; de ayer, de hoy y de mañana, Un camino asfaltado por una utopía: que aun los "salteadores" lleguen a ser "buenos samaritanos".

En el camino de la vida, todos somos heridos y necesitamos un buen samaritano.

Y debemos ser buenos samaritanos que busquemos a los heridos en el camino de la vida.       Desde la debilidad abrimos la puerta de la vida y desde la debilidad la cerramos.

Y todo ese intermedio no es sino debilidad que reclama solidaridad, solidaridad que atienda a la debilidad.

 

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Visitar los rostros del sufrimiento

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No es fácil para nadie visitar los rostros del sufrimiento.

Rostros muy variados, de todas las edades y condiciones sociales, de todos los credos y categorías culturales, en todos los lugares y ambientes...

Rostros resignados, pasivos, renegados, desconcertados, con problemas, pero también serenos y con paz.

Rostros del sufrimiento: silenciosos, deseosos de articular sus emociones, exaltados, de voz en grito.

Rostros hospitalarios, agradecidos, indiferentes, difícilmente rechazantes.

Rostros con lágrimas, ávidos de ternura, anhelantes de escucha y compañía.

Rostros del sufrimiento con muchas pérdidas y muchos duelos, repletos de por qués, invadidos por la impotencia, forzados a desembocar en el para qué.

Rostros que buscan recursos materiales y técnicos pero también una mano amigable, un corazón sereno, un alma con fe, un oído que escucha, un amigo aliado regalando silencio, presencia, seguridad y tal vez, dignidad.

Rostros con sufrimientos en el cuerpo, en la mente, en el espíritu, en las relaciones sociales.

Rostros de enfermos desconocidos aun para sí, ajenos para los demás.

Rostros signados por discapacidades, a veces, todo para la familia, casi nada para la sociedad.

Rostros que al ser visitados nos evocan nuestros propios sufrimientos, nos abren heridas no bien cicatrizadas, nos descubren impotentes e inútiles, nos desconciertan visceralmente, nos tientan al alejamiento, nos llevan a elevar muchas preguntas a la razón y a lo alto del cielo.

 

Rostros del sufrimiento de los que, por humanidad, no podemos pasar de largo.

Y los creyentes sabemos que el hombre se convierte de modo particular en camino de la Iglesia, cuando en su rostro se enmarca el sufrimiento (Juan Pablo 11, SD 3). Hay que leer los rostros del sufrimiento para llegar al corazón de la gente

 

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La visita profesional

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El hospital es una benemérita institución de la Iglesia católica. San Basilio, en Cesárea de Capadocia, creó un hospital en el año 360, destinado a los leprosos y los más pobres, en un tiempo en que los pudientes se hacían atender en sus casas y los pobres y abandonados y sin familia no tenían donde "caerse muertos".

Había entonces mucha vocación, mucho corazón y muchas manos abiertas, pero poca técnica.

Se prescribía tratar al enfermo pobre como a Cristo mismo. Así el director del centro recibía al enfermo, lavaba sus pies y le daba el beso de la paz, de la bienvenida. Lo recibía como a un huésped. De ahí el nombre de hospital.

El enfermo pobre era "el dueño y Señor del hospital" (Papa Inocencio III, 1161-1216).

Pero los tiempos cambiaron y trajeron cosas buenas: mayor socialización de la salud, mayores técnicas, mejores condiciones de vida...

Pero también trajeron rasgos no tan positivos: el enfermo dejó de ser el señor del hospital, la técnica aportó deshumanización, el centro de salud se politizó, la masificación... También cambió el concepto de ser médico. Antes era definido: "Vir bonus sanandi peritus" (hombre bueno experto en sanar). Perfecta síntesis de humanidad y profesionalización.

Hoy el profesional de la salud -y no sólo el médico- ha de recordar que no visita o atiende a un número, patología o a una cama. El paciente es una persona que debe ser atendida y considerada en todas y cada una de sus dimensiones: física, emocional, social, religiosa e intelectual. Por eso ha de saber trabajar con un equipo multidisciplinar, respetuoso de los compañeros y de sus saberes.

También en el hospital hoy se nace con discapacidad, surgen conflictos éticos, se agoniza y se muere. El profesional no siempre está preparado para aportar sanas relaciones de ayuda. Y es paradójico: cuando clínicamente se le ha hecho todo al paciente, se han agotado todas las posibilidades técnicas, entonces precisamente en el momento de mayor vulnerabilidad y necesidad de ayuda y presencia, es cuando estamos tentados de dejar al enfermo más solo.

Está el profesional al servicio del que sufre; no el paciente al servicio del profesional.   No se puede pedir al profesional que ame al enfermo, pero sí que lo trate con humanidad.

 

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Hablo del médico

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Que recibe a la persona y no sólo cura sus dolencias;

que extiende la mano llena de bondad para ayudar y la retira vacía de intereses;

que se compadece de la ignorancia ajena y no engaña recibiendo lo que no le pertenece;

que enjuga las lágrimas del paciente y no le aumenta el sufrimiento sin necesidad;

que seca la sangre que corre y no mancha sus manos con cirugías innecesarias;

que se preocupa por el rápido restablecimiento y no busca una larga convalecencia;

que recibe el honorario justo y no se ensucia con pagas indebidas;

que se compromete con la verdad y no mancilla su profesión con la mentira;

que ayuda a recuperar el don de la salud y jamás lo perjudica con su negligencia;

que mantiene la esperanza y no apaga las últimas ilusiones;

que se mantiene fiel a la palabra dada y no quebranta el juramento hecho;

que agradece al Señor el don de la ciencia y no se atribuye la curación realizada;

que baja la cabeza ante el misterio de la vida y no se cree su juez y señor;

que descubre y vive la belleza de su misión y alaba al Señor por la vocación recibida.

(Mezzomo)

 

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Enfermería: ¡esos samaritanos!

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Enfermería es maternidad (aun del hombre) al servicio del que sufre.

Cuando allá en los tiempos perdidos, un hombre -y más preferentemente una mujer- atendió a un enfermo de su casa o de la familia, acudió al hogar ajeno para socorrer, para procurar elementales remedios... nacía la enfermería.

La enfermería surge de una humanidad solidaria que apoya a una humanidad débil.

Después vendrá la enfermería profesional, que tanto bien hace. Hoy ser enfermero(a) no es fácil. Incluso no se tiene conveniente reconocimiento ni remuneración, desgraciadamente.

Cada vez se exige más que los enfermeros(as) se especialicen no sólo para aportar recursos, materiales y técnicos, sino relacionales en un mundo donde hay que responder a los clamores del dolor y del sufrimiento provocado por la soledad. el miedo, la agonía, la muerte... Enfermeros(as): agente de humanización.

La enfermería ha de ser una síntesis de profesión-vocación-humanización. San Camilo ya lo dijo en el siglo XVI:

"Con el amor de una madre hacia su único hijo enfermo".

 

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Hace falta una enfermera (o)

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Que una en su persona profesión y vocación; a quien la monotonía del trabajo no insensibilice su corazón ante el sufrimiento ajeno;

a quien los propios intereses no le hagan olvidar el gran interés: el bien del enfermo;

que sepa trabajar en equipo haciendo del hospital un hogar para todos;

que atienda y llame al enfermo por su nombre y le considere alguien y no algo;

que acepte con paciencia sus impaciencias;

que no sólo proporcione remedios sino ternura, serenidad y paz;

que comprenda sus miedos y lo escuche con solicitud y cariño;

que intuya y respete sus necesidades humanas más profundas;

que esté junto al enfermo con su presencia humana. aunque profesionalmente nada pueda hacer;

que ore y apriete las manos del enfermo en el paso definitivo hacia la casa del Padre.

 

 

 

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Estuve enfermo

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Estuve enfermo, y me dieron como único nombre "cama 24";

estuve enfermo, y me preguntaron si venía por el seguro o privado;

estuve enfermo, y me operaron sólo porque querían hacer prácticas;

estuve enfermo, y me quejé del dolor y comentaron: "se queja sin razón";

estuve enfermo, y oí decir: "No lo vaya atender yo siempre..."

Estuve enfermo, y me llamaron por mi nombre;

estuve enfermo, y venían cada mañana sonrientes a decirme "Buenos días";

estuve enfermo, y fui para ellos "alguien" y no algo;

estuve enfermo, y venían a verme para ofrecerme paz;

estuve enfermo, llegué con miedo al hospital, y me acogieron con solicitud y cariño.

Estuve enfermo, y dieron vuelta a mi almohada para que estuviera mejor;

estuve enfermo, y me trataron con competencia;

estuve enfermo, y me dieron lo que más necesitaba: cariño. Comprensión, escucha y amor;

estuve enfermo, y me dieron a Dios.

 

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El voluntariado

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Voluntariado es la organización de personas con gran dosis de humanidad que, en consonancia con sus posibilidades, sus buenas actitudes y aptitudes, y su tiempo, ofrecen un servicio entusiasta, desinteresado, estructurado, constante y eficaz en diferentes instituciones o campos sociales con graves carencias.

Es importante destacar como factor indispensable la gratuidad del servicio.

El voluntariado no es mano de obra barata, invasión o estorbo de la actitud profesional, suplencias o tiempos de prácticas para acceder a un puesto de trabajo.

 

Entre sus objetivos está ser una presencia:

acogedora, de escucha, de respeto;

iluminadora de situaciones conflictivas personales o sociales;

mediadora en las relaciones personales y de búsqueda de solución;

humanizadora, que trabaja "al lado de" nunca "en lugar de" del ayudado;

potenciadora de la capacidad de la persona para participar en la autopromoción integral...

Ser voluntario no es una manera de hacer cosas, sino una forma de vivir.

Ciertas carencias se pueden cubrir con dinero; pero hay otras que sólo pueden cubrirse de forma gratuita y fraterna. No se puede contratar a nadie para dar amistad, solidaridad, comprensión, transmitir fe; y estas necesidades son tan básicas como la falta de comida, vestido o limpieza.

Voluntariado: una vocación de servicio.          

"En la calle vi a una niña tiritando de frío, con un ligero vestido y con pocas perspectivas de conseguir comida decente.

Me encolericé con Dios: ¿Por qué lo permites? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo?

Durante un largo rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió:

"Ciertamente he hecho algo. Te he hecho a ti."

(Anthony de Mello)

 

 

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Visita social

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Se centra en:

•          temas externos superficiales: tiempo, deporte, sucesos...;

•          procurar mantener por todos los medios una atmósfera tranquila;

•          confortar al enfermo evitando momentos tensos;

•          Compartir de forma extensa tu propia historia, experiencias...;

•          hablar de lo que "debería ser"...;

•          Generalizar: "Como ellos dicen", "Lo que todo el mundo hace" ;

•          ser ayuda por medio del entretenimiento...;

•          en temas religiosos; hablar de las diferencias entre las diversas religiones..., cómo era el pasado y cómo es el presente...;

•          hablar de la persona en general;

•          en ser siempre agradable, positivo;

•          motivada por la amistad...

 

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Visita pastoral

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Se centra en:

•          la persona;

•          aceptar las áreas de tensión;

•          confortar encarando la situación, sentimientos...;

•          ayudar a la persona a expresarse ella misma;

•          hablar de lo que es... (como un paso a lo que debería ser);

•          ser específico: lo que haces, piensas o sientes;

•          ser de ayuda favoreciendo un compartir íntimo;

•          Dios y mi-tu relación con él;

•          hablar de las relaciones significativas de la persona;

•          en ser comprensible, empático;

•          en nombre del Señor Jesús.

 

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El arte de visitar bien

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Visitar es un acto de generosidad. Visitar bien es un arte.

Hay visitas breves que confortan, otras largas que cansan; hay visitas que molestan, otras que hacen madurar.

Visitar no se improvisa. Exige tener una motivación transparente, desinteresada. Implica madurez afectiva y sano equilibrio emocional. Demanda respeto absoluto a las ideas, religión, opiniones, valores del visitado. También conocimiento de técnicas relacionales, claros objetivos para explicar la presencia.

El visitador no busca protagonismos, no debe imponerse.

Ha de trabajar en equipo, con un proyecto organizado, con humildad, sencillez, deseando aportar y aprender.

Toda visita debe ocasionar una sana relación de ayuda.

El visitador no se defiende ni ataca, no impone, expone sus criterios, dejando siempre en libertad. la visita del agente pastoral no ha de hacer proselitismo de ningún tipo, la del voluntario ha de ser respetuosa, con el hecho religioso y mediadora, para conseguir un agente pastoral si el enfermo lo solicita.

El visitador ha de recordar que sólo se producen encuentros verdaderamente humanos y educativos cuando se dan auténticas relaciones interpersonales; nunca cuando son exclusivamente a nivel de funciones o profesiones.

Escala para conocer la evaluación de nuestro arte relacional

(Tal como era al principio y cómo ha de ser al final).

 

                                                                       4 INCONSCIENTEMENTE COMPETENTE

                                                           3 CONSCIENTEMENTE COMPETENTE

                                               2 CONSCIENTEMENTE INCOMPETENTE

1 INCONSCIENTEMENTE INCOMPETENTE

 

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Perfil del agente de pastoral de la salud

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Ante todo es una persona de honda experiencia de Dios, que experimenta fuertemente en su vida la gracia y presencia de Dios, también su ausencia; que purifica la propia vida desde la fe y el sufrimiento; que acepta el misterio de la debilidad de un Dios crucificado; que está en comunión con la comunidad eclesial de quien recibe delegación, preparación y alimento espiritual.

Que posee buena preparación teológica, conocimiento de la doctrina cristiana y de la Biblia, para dar "razones de su esperanza" cuando sea cuestionado. La palabra de Dios lo ayudará a reconfortar. a encontrar motivos de esperanza y a dar sentido a las situaciones humanas.

Precisará una visión clara de la obra de Cristo Redentor, así como de la misión de la Iglesia frente al contexto de un pluralismo religioso, sin prejuicios o juicios moralizantes; que despliega gran creatividad religiosa.

Es una personalidad muy humana, es decir, amable, altruista, generosa, disponible, gentil, abierta a todo lo existente en la mente y en el corazón del hombre.

Que conoce suficientemente los componentes de su persona: los negativos para corregirlos, y los positivos para potenciarlos y sacarles fruto. AsÍ: equilibrio psicológico, sana motivación, control emocional, buena reputación y estima, facilidad de comunicación con el enfermo, su familia y profesionales; saber trabajar en equipo, ser perseverante, de mentalidad abierta, deseoso de aprender y perfeccionarse.

Que maneja la estructura y funcionamiento del centro hospitalario. Este es muy diferente de un templo. El hospital es una síntesis de todo lo que acontece en la sociedad. Tiene todo tipo de gentes: ejemplares y no, de diferentes credos religiosos y de diferentes escalas de valores, culturas y clases sociales...

Que tiene una fe indestructible en el valor y significado de la vida. Y mucha esperanza fundamentada en su fe en Jesús, que es culminación de la historia y "enjugará todo dolor y llanto" (Apoc 21,4).

 

Persona experta en "medicar el dolor del alma".

Finalmente, es rico en gratuidad. Exponente del don de la generosidad, ofrece un tesoro que puede ser rechazado o recibido con indiferencia. "Gratis lo han recibido. Denlo gratis" (Mt 10,8)         

Ha de encarnar el estilo de Jesús que fue sano, saludable, sanador.

 

 

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Pasos en la visita pastoral

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¿Cómo llevar a cabo una visita pastoral? ¿Qué decir, qué hacer, cómo presentarse...?

Veamos algunas sencillas indicaciones que pueden ayudarnos.

l.- Presentarse uno mismo, dando suficiente información para responder Las preguntas básicas que los enfermos no pueden hacer: ¿Quién es usted?.. ¿Cuál es su función en el hospital?.. ¿Por qué viene usted a visitarme?.. Permitir que los enfermos nos observen.

2.- Crear una atmósfera, preguntando cuestiones apropiadas que muestren interés, respeto y deseo de ayudar. Crear una comunicación basada en la confianza y en la apertura. Sentirse físicamente presente y psicológicamente sereno, desangustiado, transmitiendo paz y deseos de compartir.

3.- Escuchar, respondiendo al contenido, a los sentimientos y al sentido que dan a sus palabras, de tal modo que se sientan escuchados y entendidos..., reconociendo lo que no dicen con palabras. La empatía puede comunicarse no-verbalmente.

4.- Hablar, yendo más allá de la simple respuesta:

•          -manifestando lo que siente: "Me sentí muy triste cuando me dijiste aquello"...;

•          -ofreciendo una indicación: "posiblemente deberías decírselo";

•          -estructurando la solución a un problema: "¿Has buscado otras alternativas?"

•          -queriendo conocer sus sentimientos: "¿Cómo te sentiste cuando ella te abandonó?..

•          -queriendo conocer el contenido: "¿Qué es lo que te prometió...

•          -dando permiso: "Está bien llorar". "Es positivo abandonar las resistencias y llorar";

•          -animando: "Yo creo que lo puede lograr";

•          -nombrando un momento sagrado: "Siento entre nosotros la presencia de Jesús";

•          -resumiendo: "Parece que su familia, amigos, son de gran apoyo para usted en estos momentos de dificultad"...;

•          -dando una bendición: "Que el Señor te bendiga";

5.- Hacer, llevando a cabo un servicio para otro a petición suya como: orar, ofrecer una bendición, celebrar algún sacramento, ofrecer un vaso de agua...

6.- Capacitar para hacer, ofreciendo la posibilidad de ser útil, servir. Dando al otro el sentido de utilidad y participación en el ministerio. Haciendo saber cuánto su historia o su compartir nos ha impactado... Facilitando el ministerio entre los pacientes de una misma habitación o familiares. Utilizando algunos dones o capacidades en nuestras oraciones... Invitando a la gente a escribir sobre sus experiencias de enfermedad y de fe, etc...

7.- Estar allí, ofreciendo el apoyo de nuestra presencia.

8.- Decir a Dios, cerrando o concluyendo nuestra relación o comunicación. Una oportunidad de decir "cosas profundas", si es que aún no han sido dichas. Verbalizar lo significativo de nuestra relación o acompañamiento. Un abrazo. Un buen deseo, una oración, una bendición...

 

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AGENTE DE PASTORAL

Otro Cristo para quien sufre.

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Cuando visites a un enfermo

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1.- No te dejes obsesionar por su enfermedad o incapacidad física. Actúa con realismo y naturalidad.

2.- Son necesarias la sencillez y una gran delicadeza. No olvides que el dolor agudiza la sensibilidad.

3.- No lo compadezcas nunca. No le demuestres lástima jamás. Manifiéstale que te entregas a él sin reservas.

4.- Lo mejor que puedes aportar a un enfermo es ayudarle a encontrarse a sí mismo. Edificar sobre mentiras es construir sobre arena. Aunque haya perdido mucho, siempre le quedará algo. Sobre este algo, con fe y esperanza, se ha de edificar.

5.- A veces será necesario darle alguna cosa, pero siempre será necesario darte a ti mismo.

6.- Para comprender al enfermo es necesario situarse en su lugar. No es fácil. De no hacerla es inútil discutir y razonar con él.

7.- Alguien se preguntará: "¿Qué puedo decirle al enfermo?". No es necesario tanto preguntar ni hablar, sino escuchar. La escucha abre las puertas del corazón.

8.- Con la disposición activa de la escucha superarás la ansiedad por quedar bien, la superficialidad del charlatán, la tendencia a enjuiciar, la impaciencia ante el silencio, el formular consejos no solicitados, las ganas de predicar...

9.- Refleja el amor siempre presente de Dios. Pero no es el amor de Dios lo que tienes que probar, sino el tuyo. Y esto no se prueba con palabras.           AYUDAR

Es intervenir participativamente para que la otra persona reactive todos sus recursos (materiales, técnicos, relacionales); si no los tiene, ofrecérselos, para que, integrados, de vía libre a su problema y a su persona.

 

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El enfermo, su familia, los profesionales

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El enfermo ha de ser siempre el protagonista de la visita pastoral. Y ha de ser el centro del hospital y de todo sistema de salud.

El enfermo vive un mundo de pobrezas. El término enfermo procede del vocablo latino in-firmus, no firme.

Hemos de conocer bien la psicología del enfermo, respetar sus posibles fases (negación, rechazo, pacto, rebelión, tristeza, resignación y aceptación), acompañar el duelo de sus pérdidas y apoyarlo en sus necesidades.

Según Maslow nuestras necesidades son:

fisiológicas

de seguridad

amor y pertenencia

estima y reconocimiento

de autorealización.

Sin embargo, la presencia del voluntario y agente de pastoral también ha de contribuir a humanizar las relaciones y anunciar la Buena Noticia de Jesús a la familia del enfermo, a los profesionales y a las estructuras de salud.

 

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Escuchar, siempre escuchar

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La vida es un matrimonio de hablar-escuchar.

Una de las necesidades mayores de toda persona es la de ser escuchada.

Y lo es, especialmente, para el que vive en el campo de concentración de la enfermedad, porque favorece la liberación de tensiones, disminuye la soledad, se comparten inquietudes, se abren horizontes nuevos, se crea un sentido de comunión...

Escuchar es un acto aparentemente simple, sin embargo pocos dominan el arte de la escucha, pocos poseen la actitud de escucha.

Nuestra cultura no favorece en absoluto el adiestramiento para la escucha. Todo lo contrario. Subimos el tono, no perdemos ocasión para introducir la propia palabra: oportuna o importuna; interrumpimos las frases de los otros; tomamos la palabra y no la dejamos; hablamos a la vez que lo hacen otros; nos piden escucha y nosotros sólo oímos...

Dios nos ha dado dos orejas y una lengua, para que al menos escuchemos el doble de lo que hablamos.

Escuchar es hospitalidad

 

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Obstáculos para la escucha

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Es difícil ponerse en actitud de escucha, y más difícil es escuchar sin interferencias. con imparcialidad, sin prejuicios.

Se escucha no sólo con los oídos. Se escucha con toda la persona: los ojos. las manos, los gestos, los labios, las posturas del cuerpo...

Se escucha con el corazón, aceptando todos los sentimientos del otro, respetando los silencios, los llantos...

Se escucha con el respeto, la educación, la paciencia, poniendo al otro como centro.

Se escucha al otro cuando yo mismo me escucho, cuando escucho a la naturaleza, cuando escucho a Dios.

Tomar conciencia de los obstáculos que condicionan la escucha es el mejor camino para mejorarla.

 

He aquí los principales obstáculos:

•          la ansiedad por saber cómo proceder, salir airoso;

•          la superficialidad ante las pausas, el silencio prolongado...;

•          la distracción, que pierde el hilo de la conversación y de la necesidad del ayudado;

•          la pasividad, que nunca llega a confrontar sana y serenamente;

•          la tendencia a calcular: todo tiene que estar controlado: qué decir, qué callar, cómo hacer...;

•          la tendencia a juzgar, analizándolo todo con moralismo;

•          la tendencia a predicar y recitar... y a aburrir;

•          la tendencia a seleccionar tipos de enfermos, temas, tiempos, evitando confrontarnos con la realidad que, asumiéndola, hace madurar.

Ciertamente, cuanto más escucha uno y ve escuchar a otros más comprende la necesidad de mejorar su actitud de escucha.            "¿Quién hay en el mundo que escuche? Aquí estoy yo; este soy yo con mi desnudez, mis heridas, mi culpa secreta, mi desesperanza, mi rendición, mi dolor que no puedo expresar, mi terror, mi abandono. Escúchame siquiera durante un día, una hora, un momento para que así, al menos, yo pueda morir en mi desierto, en mi solitario silencio. ¡Oh, Dios! ¿No hay alguien que me escuche?"

(Séneca).

 

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Cuidar las respuestas

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¿Cómo son nuestras respuestas verbales? ¿Son las que más pueden ayudar?

Veamos los tipos más comunes de respuestas con el fin de que nos confrontemos con nuestro estilo relacional para mejorarlo.

La calidad de vida pasa por la calidad relacional a todos los niveles.

A.- Respuestas de juicio moral. Es de tipo evaluadora, es decir, que contiene un juicio moral (criticador o aprobador) en relación a los demás. Se hace las veces de censurador moral.

B.- Respuesta interpretativa. Es interpretación de lo que ha dicho. Usted comprende lo que ha dicho, pero comprende lo que le conviene comprender. Busca lo que a usted le parece esencial y su mente trata de encontrar una explicación. En realidad distorsiona lo que la otra persona quería decir, deforma su pensamiento.

C.- Respuesta consoladora. Es de apoyo; procura dar Ánimo, consuelo o compensación. Usted se conduele demasiado, piensa que hay que evitar que el otro dramatice.

D.- Respuesta investigadora. Es investigadora. Usted se apresura por saber más. Orienta la conversación o el encuentro hacia lo que a usted le parece importante. Presume que la otra persona no quiere decir lo importante o que simplemente pierde el tiempo. Guía a la otra persona hacia lo que a usted le interesa o le parece más fácil.

E.- Respuesta de solución inmediata. Tiende a dar una solución inmediata al problema. Usted ve inmediatamente la solución o la salida que cree le serviría a usted mismo. No espera saber más. Es cierto que este método le permite a usted liberarse del otro y de sus quejas.

F.- Respuesta empática. Es comprensiva y refleja un esfuerzo para entrar de manera sincera y real en el problema, de la misma manera que es vivido por la otra persona. Usted quiere, ante todo, verificar que ha comprendido lo que ha sido dicho. Esta actitud permite que el interlocutor se exprese con más soltura, puesto que él puede cerciorarse de que usted le escucha sin prejuicio. Da protagonismo al interlocutor. Sirve de trampolín para dar vía libre al problema y a la persona.

Ejercicio práctico

Una joven de 20 años, accidentada, con cadera rota y con sutura abundante en la cara comenta:

"Prefiero estar muerta antes que verme así. Yo no he hecho nada malo a nadie ni a Dios.,,"

Respuestas posibles:

1. Bueno, descansa un poco y mañana verás las cosas de otro modo y estarás más tranquila.

2. Tal vez sientas culpabilidad por algo de tu vida pasada.

3. Ahora hay muy buenos especialistas y muy buenas técnicas. Pronto todo será como antes. ¡Animo!

4. Siente morirse antes que verse así, No cree haber merecido tanto sufrimiento.

5. ¡Poco fuerte es usted! ¿Esta es razón, mujer, para dejar de vivir?

6, ¿El médico no le ha hablado de cómo arreglar su problema?

¿De qué tipo es cada respuesta?

 

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Escucha, por favor, lo que no te digo

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No te dejes engañar por mí.

No te engañen mis apariencias.

Porque son sólo una máscara, tal vez mil máscaras, que me da miedo quitarme, aunque ninguna de ellas me represente.

Aparento sentirme seguro, que todo va de maravilla, tanto dentro como fuera; aparento ser la confianza personificada, poseer la calma como una segunda naturaleza, controlar la situación y no necesitar a nadie.

Pero no me creas, te lo ruego.

Exteriormente puedo aparentar tranquilidad; sin embargo, lo que ves es una máscara.

Debajo, escondido, está mi verdadero yo en la confusión, en el miedo, en la soledad.

Pero lo escondo. No quiero que nadie lo sepa.

Me invade el pánico ante el solo pensamiento de mostrarlo.

Por eso necesito constantemente crear una máscara que me oculte, una imagen pretenciosa que me proteja de la mirada perspicaz.

Pero precisamente esa mirada es mi salvación.

Mi única salvación. Y yo lo sé.

Mas, cuando viene acompañada de la aceptación del amor, entonces se convierte en lo único que puede liberarme de mí mismo, del mecanismo de barreras que he levantado; lo único que puede asegurarme de algo de lo que no logro convencerme a mí mismo: de que en verdad tengo algún valor.

Pero esto no te lo digo. No tengo valor para ello.

Temo que tu mirada no venga acompañada de la aceptación del amor.

Temo, quizá, que puedas cambiar de opinión sobre mí, que no me tomes en serio y que tu sonrisa acabe matándome.

Tengo miedo, en el fondo, de no valer nada, y de que tú te des cuenta y me rechaces.

Entonces sigo con mi juego de pretensiones desesperadas, con apariencia de seguridad por fuera y con un niño tembloroso por dentro.

Exhibo mi desfile de máscaras, y dejo que mi vida se vuelva una ficción.

Te cuento todo lo que no cuenta nada y nada de lo que en verdad es importante, de lo que me atormenta por dentro.

Por eso, cuando descubras esta rutina, no te dejes engañar por mis palabras:

escucha bien lo que no te digo, lo que quisiera decir, lo que necesito decir, pero no logro expresar.

No me gusta esconderme, te lo confieso.

Me encantaría ser espontáneo, honesto y sincero, pero tienes que ayudarme. Por favor, tiéndeme tu mano, aunque parezca ser lo último que deseo.

Sólo tú puedes sacar a la luz mi vitalidad: siempre que eres amable, atento y solícito, siempre que tratas de comprender, porque me quieres, mi corazón palpita y renace.

Quiero que sepas lo importante que eres para mí y el poder que tienes de hacer emerger la persona que soy.

Basta con que lo quieras. Te lo ruego, escúchame.

Sólo tú puedes derribar las barreras tras las que me refugio, sólo tú puedes quitarme la máscara, sólo tú puedes liberarme de mi solitaria prisión.

¡No me ignores, por favor, no pases de largo! Ten paciencia conmigo.

A veces parece que, cuanto más te acercas, tanto más me revelo contra tu presencia.

Es algo irracional, pero es así: lucho contra lo que necesito.

¡Así es a menudo el ser humano!

Pero el amor es más fuerte que toda resistencia, y ésta es mi esperanza, mi única esperanza.

Ayúdame a derribar estas barreras con tus manos fuertes, a la vez que delicadas, porque un niño es siempre algo muy frágil.

¿Quién soy yo, te preguntas? Soy alguien a quien conoces muy bien.

Soy cada persona que encuentras. Soy tú mismo

Creatividad pastoral al servicio del enfermo.

A. Pangrazzi. Ed. San Pablo, 5s. As., pago 43-46.

 

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El valor de la presencia y el tacto

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San Juan de la Cruz, que sufrió "mucho y bien" escribió en su célebre "Cántico Espiritual":

"Mira que la dolencia de amor no se cura sino con la presencia y la figura".

¡Qué cierto!

También los amigos que vinieron a ver a Job, que había perdido toda la familia, todos los bienes, y padecía de una grave enfermedad, lloraron con él, y

"Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande" (Job 2, 13).

El primer gesto de hospitalidad es hacerse presente, aun en silencio.

La comunicación con el paciente ha de conseguirse intentándolo con todos los "lenguajes de nuestro lenguaje": la palabra, la mirada, el silencio, el acompañamiento, la escritura, los gestos, la sonrisa... y uno muy especial: el tacto.

El tacto es un verdadero puente de comunicación.

Cuando las palabras son imposibles o escasas; cuando la pena es demasiado grande, cuando hay que humanizar lo más patético, está el lenguaje del tacto.

El tacto es cercanía corporal, acorta distancias, expresa hospitalidad. comunica ternura y comprensión, reduce tensiones, permite aflorar lágrimas escondidas.

El tacto rompe la indiferencia, ayuda a la reflexión, mueve al ánimo, aporta seguridad, invita al perdón.

El tacto dice en silencio: ¡aquí estoy contigo!

El tacto es comunión, fe y despedida.

Cuando los otros sentidos "se alejaron", el tacto queda para despedir al ser querido que "se aleja".

Jesús es maestro de cómo utilizar la presencia, corporeidad y tacto, para producir sanas relaciones de ayuda: toca a los leprosos, se deja tocar por la mujer hemorroisa, besar los pies por la prostituta, confronta sanamente al discípulo traidor que lo besa, toca y bendice a los niños, estimula al discípulo Tomás a meter sus dedos en su costado abierto...

 

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Ser empáticos

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Hay gente apática, antipática, simpática y empática.

La empatía es la actitud fundamental para que un encuentro sea eficaz, para que el diálogo sea de ayuda y transmita comprensión.

Más que la simpatía, que nace de la simple atracción mutua, la empatía es entrar en la situación existencial del otro, vivir su estado emocional, meterse en su experiencia y asumir su situación, "caminar con sus zapatos". Más que afecto y calor (simpatía) se trata de recepción y comprensión de estados emotivos y situaciones existenciales. Es como "un sexto sentido" para penetrar en el corazón y mente del otro.

La empatía no es nada fácil. Exige poner al otro como centro. Implica madurez intelectual y afectiva. Demanda un sano distanciamiento de emociones e ideas de la persona que ayuda (que no indiferencia) para no "quemarse" y tener libertad para ayudar confrontando, ofreciendo posibilidades y horizontes, señalando y abriendo caminos...

No basta escuchar. Hay que transmitir que se escucha. No basta comprender. Hay que manifestar que se comprende.

Simpatía, sí. Empatía, mejor.

 

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Una sonrisa, venda de amor

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Nuestra sociedad y nuestra vida está cargada de mil tensiones que van matando la paz, la naturalidad, la armonía, el humor.

En esta sociedad nuestra no es tan fácil sonreír. Y cuando llega la enfermedad, dolor o sufrimiento se suele hacer más difícil todavía. Sin embargo, no se puede renunciar al "don divino" de la sonrisa: sería un costo alto, insano y... peligroso.

La sonrisa es la hermana mayor, siempre buena, y oportuna, de la risa.

La sonrisa libera tensiones, suaviza verdades hirientes, rompe el hielo, arregla malentendidos, relativiza preocupaciones, transmite afecto, expresa cortesía y delicadeza, acompaña el sufrimiento, brinda esperanza, comunica fe y valor, se coloca tiernamente junto a las lágrimas, invita a desahogarse.

La sonrisa hace del desconocido, un amigo; del extranjero, un prójimo.

La sonrisa es la "mano izquierda" de Dios. Con ella, hace milagros.

La sonrisa es medicina preventiva.

No sonreír es tomarse la vida poco "en serio".

 

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Por el don de la sonrisa

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Una sonrisa no cuesta nada y produce mucho...

Enriquece a quien la recibe y no empobrece a quien la da.

No dura más que un instante, pero su recuerdo puede ser eterno.

Nadie es tan rico que no la necesite, nadie es tan pobre que no pueda darla.

Creadora de felicidad en el hogar, es ayuda en los negocios.

Es el signo sensible de la amistad profunda.

Es reposo para nuestro cansancio, renueva el coraje perdido.

Es antídoto natural de todas nuestras penas...

Es un bien que no se puede comprar, ni prestar, ni robar...

porque sólo tiene valor en el momento que se da...

Pero, si encuentras alguna vez que no te dan la sonrisa esperada...

sé generoso y da la tuya; porque nadie tiene tanta necesidad

de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás.

(P. Faber)

 

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Somos heridos - sanados - sanadores

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En cada persona están tanto la herida como el poder curativo. Mi herida sólo reacciona ante mi capacidad de curarme. Mi poder curativo no puede sanar tu herida, ni viceversa.

Cuando yo respondo a tu sufrimiento reviviendo mi dolor y conviviéndolo contigo, nos comunicamos sólo a nivel de herida. Nuestra identificación sólo puede intensificar el dolor y el problema.

Si nos encontramos yo como sanador y tú como herido, creyéndome yo el salvador que asume toda la responsabilidad, hay riesgo de que mi intervención disminuya tu capacidad de respuesta; podría bloquear tu "sanador" interno.

Cuando nos encontramos herida y herida, sanador y sanador, mi herida no contaminará la tuya, pero se pondrá junto a ti como presencia y comprensión; mi sanador no correrá a salvar tu sensación de impotencia, pero apelará a las fuerzas curativas que están en ti.

 

 

 

 

 

 

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Libertad a los Sentimientos

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Los sentimientos son la salsa de la vida.

Una persona se revela verdaderamente cuando manifiesta sus sentimientos, cuando pronuncia: estoy contento, amo, tengo problemas, perdono, temo...

Hay que dar libertad a los propios sentimientos y permitir el desahogo emotivo y sano del que sufre.

Ahora bien, los sentimientos, con frecuencia, nos invaden de tal forma que bloquean nuestra actividad, distorsionan una sana afectividad, ofuscan el discernimiento y se convierten en los dirigentes de nuestro comportamiento, sustituyendo los valores.

Conviene identificarlos y dar nombre específico, no general: "Estoy en problemas" es preferible a "Estoy mal"; aceptarlos serenamente; integrarlos con paz; expresarlos adecuadamente; no somatizarlos inadecuadamente, no reprimirlos angustiosamente, ni racionalizarlos.

Sanar nuestro mundo emocional es evitar sufrimientos.

Los sentimientos no son ni buenos ni malos. Son positivos o negativos, según "los trabajemos".

"El mayor fracaso de la vida es morir sin estrenar el corazón" (M. Descalzo).

El gran bien de confrontar

Confrontar no es enfrentar, intimidar, agredir, violentar, censurar, humillar, calumniar.

 

Confrontar es un signo de hospitalidad, de verdadero amor, de un sano deseo de ayudar.

Sólo confrontan los maduros, equilibrados, pacientes, desapegados, disponibles, ricos en humanidad y competencia relacional.

Se confronta respetando ritmos y tiempos del otro, preparando un clima de confianza, conscientes de que "la verdad es una casa con muchas puertas" (K. Gibrán).

Confrontar para reactivar recursos dormidos, para no entrar en una relación de dependencia, para desbloquear, para encontrar fuentes de sentido, para que el ayudado asuma el protagonismo.

Confrontar para hacer del sufrimiento: crecimiento.

            "Sé paciente con todo lo que queda sin resolver en tu corazón. Trata de amar tus mismas preguntas. No busques las respuestas que no se pueden dar, porque no serás capaz de vivirlas. Vive tus preguntas, porque tal vez, sin notarlo, estás elaborando gradualmente las respuestas"

(Rocki).

 

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Cuidar el lenguaje del sufrimiento

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El lenguaje sobre el dolor y el sufrimiento es tan antiguo como la historia de la humanidad.

Como a lo largo de milenios, también en nuestros días una pléyade de hombres y mujeres, viejos y jóvenes, ricos y pobres, cultos e ignorantes, justos y culpables inician cada día un sinuoso viaje por el mundo negro del sufrimiento.

El sufrimiento es el "caballo de batalla" de la teología, filosofía, de todos los saberes, de las ideologías y de los sistemas sociales. Es un toro demasiado grande para "torearlo".

El hombre, deseoso de encontrar una "lógica" a este problema o misterio, ha ido formando un cúmulo de expresiones lingüísticas, fruto de su fe, conocimiento técnico, de la concepción de la vida, del sentido común y de su actitud ante el sufrimiento.

Existen expresiones de rebelión, de indagación, de frustración, de resignación... pero también de moderación, petición de auxilio, de confianza en la fe, de fuentes de sentido y solidaridad.

Nunca el corazón es más sensible que cuando sufre. Detrás de cada expresión se puede desatar un mundo de emociones.

A veces es mejor regalar presencias que palabras, pero no olvidemos que muchas personas en sufrimiento quedaron más heridas porque esperaban una palabra, una sola palabra que nunca llegó, porque, aunque salió de la mente y corazón de quien quería ayudar, se estranguló para siempre en el vacío del silencio, de la pena, de la impotencia, de la incapacidad relacional.

Es fundamental que nuestro lenguaje refleje una concepción sana, saludable y sanadora sobre el sufrimiento.

 

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Dios y el sufrimiento

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Al hablar del sufrimiento, es insoslayable hablar de Dios. Al hablar de Dios, es inevitable hablar de "aquel" que nació "en un pesebre porque no había sitio en el alojamiento" (Lc 2,7), hijo de una familia emigrante, amenazado de muerte, considerado por la familia "fuera de sí" (Mc 3,21), vigilado por sospechoso, abandonado de los suyos, traicionado, acusado y condenado injustamente, torturado y asesinado bajo el nombre de la ley religiosa y del estado.

Jesús no explicó el porqué del sufrimiento. El mismo, afrontándolo positivamente, lo hizo motivo de purificación, madurez, solidaridad, de una sana relación de ayuda.

En efecto, Jesús no se limitó a encontrar las fuentes del sentido de su sufrimiento, sino que creó nuevas fuentes de sentido; por eso hizo del mal bien, hizo bien a los que le hacían mal, incluso ayudó a "liberarse" a sus verdugos. Jesús es paciente ante el sufrimiento, pero no pasivo.

El peor "favor" que se le puede hacer a Dios es mostrar una "imagen" de él diferente de la imagen verdadera que presentó Jesús, también sufriente.

No digas nada de Dios que no dirías del mejor padre del mundo.

No olvides que Dios también tiene "corazón... humano" .

 

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Frases que no consuelan ni ayudan

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•          ... Es la voluntad de Dios.

•          ... Dios nos manda sólo aquello que podemos soportar.

•          ... Dios pone a prueba a aquellos que más ama.

•          ... Dios hace lo que más nos conviene.

•          ... Jesús también sufrió. ¿Por qué tú no?

•          ... Dios se lo ha llevado. Lo necesitaba junto a él.

•          ... Los designios de Dios no son nuestros designios.

•          ... Dios no cierra una puerta sin abrir una ventana.

•          ... Cuando te quejas de Dios, demuestras poca fe.

•          ... La enfermedad es un mensaje que Dios envía para que cambiemos de vida.

•          ... ¡Animo, otros están peor!

•          ... El destino lo ha querido así.

•          ... Hemos nacido para sufrir.

•          ... Sé fuerte. No llores.

•          ... El tiempo cura todas las heridas.

 

 

 

 

 

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No olvidar la espiritualidad

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Dios, "que nos ha amado primero" (1 Jn 3,19), nos ha convocado a ser "buenos samaritanos". Poder servir al enfermo que es "la pupila y el corazón de Dios" (san Camilo) es una gran gracia y un maravilloso privilegio que él nos concede.

No nos llevan los enfermos a Dios. Al contrario, Dios, padre solícito de todos sus hijos necesitados, nos lleva a los enfermos.

Para servir al enfermo se necesita armonía entre humanismo y espiritualidad, gran humanismo y sana espiritualidad.

El enfermo no es mero medio o plataforma para llegar a Dios. Esta actitud es lo más contrario al Evangelio, que nunca considera al hombre medio sino fin en sí mismo.

Como visitar los rostros del sufrimiento no es fácil, hay que intensificar:

- la oración;

- la vida eclesial en comunión;

- la celebración sacramental;

- la escucha de la palabra de Dios.

Las claves de nuestra espiritualidad nos la ofrece Jesús mismo:

"Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles. entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Vengan, benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; era forastero y me alojaron; estaba desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel y me vinieron a ver". Entonces los justos le responderán: "Señor. ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos; o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?" Y el Rey dirá: "En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños. a mí me lo hicieron" (Mt 25, 31-40).

Es decir, - el enfermo es Jesús mismo;

- el que atiende o visita se configura con Jesús misericordioso;

- el encuentro con quien sufre es experiencia mística. de oración.

¿Cuándo, Señor, te vimos enfermo...?

 

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Una entrevista pastoral

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Agente de Pastoral: Buenas tardes, ¿se puede pasar? (María y su compañera están acostadas) ¿Cómo han pasado el día? (María mira a su compañera y los ojos se le humedecen. Al ver esto, me siento en su cama, le tomo la mano y la observo fijamente sin decir nada. Sus ojos me lo dicen todo: hoy está triste, apagada). María, cuéntame, ¿qué te pasa? (Baja la mirada, ladea la cabeza y aprieta los labios. Las lágrimas corren por su cara).

María: Mi amiga... llevaba con ella 60 años. Estaba siempre conmigo. La quería como a una madre. (Su voz es cada vez más ahogada por el sollozo y se seca las lágrimas). Y ya no está conmigo.

AP.: María, no estés triste. Es ley de la vida; unos se van más pronto que otros. Dios se la ha llevado con él.

M.: ¡Me podía haber ido yo antes! (Sollozando) La quería mucho. Era tan buena...

AP.: Quizás Dios la necesitara a ella y no a ti. (Se va calmando y me mira fijamente).

M.: Dios tendrá a mucha gente a su lado y yo estoy sola. El no necesita a nadie. Yo solamente la tenía a ella. ¡No es justo que Dios me la quite!

AP.: No hay que juzgar a Dios, María. Quizás esté probando tu fe.

M.: Esto es una prueba muy dura. (Está más tranquila. Me sujeta la mano fuertemente).

AP.: Además, María, no estás sola. Tienes una buena compañera de habitación. He visto que el personal de la planta te trata con afecto y me tienes a mí para lo que me necesites...

M.: Sí, ya... (baja la mirada y me suelta la mano). Pero todos desaparecen antes o después. Todas las personas buenas se marchan y te dejan sola. A ella la tenía siempre. (Se entristece).

AP.: No, mujer. Siempre que nos necesites nos tendrás. Esta noche le podrías ofrecer tus sufrimientos al Señor. Verás cómo te tranquilizas. (Le doy un apretón de manos y me retiro saludando a las dos).

Para trabajar en equipo

l. ¿Cuáles son las necesidades mayores de María?

2. ¿Tiene María poca fe?

3. ¿Cómo ven la actuación del agente de pastoral? ¿En qué debería mejorar?

4. ¿Qué imagen de Dios ha transmitido el agente de pastoral?

 

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El diácono y el ministro de la comunión

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La Iglesia quiere ser fiel a Jesús que enseñó y sanó: Así, como fruto de la acción del Espíritu vivo de Jesús, buen samaritano, surgió en la Iglesia primitiva la atención solícita a las viudas y huérfanos, pobres y enfermos. Tras el rescripto de Milán (313), la Iglesia obtuvo libertad de acción pública y levantó esos monumentos a la caridad: los hospitales.

Y también el Espíritu Santo, padre de los pobres y sanador de los corazones enfermos, suscitó congregaciones religiosas, grandes santos y santas, religiosos y laicos, que se prodigaron en la atención a los enfermos y pobres.

También suscitó ministerios ordenados al servicio del "Cuerpo sufriente de Cristo". La atención al que sufre es intrínseca al orden presbiteral. Y es la primera misión y razón de ser del orden diaconal. El diácono está instituido para ser buen samaritano de la caridad. Si no ejerce este ministerio está olvidando que a Cristo le siguen doliendo sus llagas, aún abiertas, en los hombres sus hermanos que sufren.

Recuerde el ministro de la santa comunión que su misión no es sólo llevar al enfermo o preso el alimento del pan de vida sino también el alimento de la palabra, escucha, presencia, consuelo y solicitud misericordiosas de Cristo. Como lo haría él mismo.

 

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Se hace camino al... visitar

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Amiga(o): estas últimas líneas son para la despedida. Pero antes quisiera saber si te ha sido útil. ¿Te ha gustado?

Obviamente, en el futuro tendremos que cuidar la formación permanente y buscar bibliografía más especializada que nos preparen mejor como voluntarios y agentes de pastoral de la salud.

No basta con querer, hay que saber hacerlo bien. Hay que mejorar continuamente en el saber cognoscitivo, en el saber hacer, en el saber ser y en el saber estar...

Sería bueno que compartieras algún tema de este librito con otro voluntario, agente pastoral, o con tus compañeros del equipo. Reflexionar en conjunto enriquece mucho.

Al despedirme sólo me queda agradecerte la lectura de estas páginas pero sobre todo tu generosidad por ser buen samaritano en el "Cuerpo sufriente de Cristo" que son los enfermos.

Con san Camilo de Lelis, patrono de enfermos, hospitales y profesionales de la salud, te deseo que "El Señor te haga feliz".